Dark Eternity | Capitulo 3

Anya

- Mierda, mierda, mierda- susurro

Camino de lado a lado por mi habitación, no puedo creerme esto, me han descubierto... ¿como?. Paso las manos por mi pelo, una y otra vez, sin frenar la velocidad de mis pies mientras voy de punta a punta de mi habitación, echando miradas furtivas al montón de carpetas y hojas que había sacado dela casa del chico que me descubrió.

Cuando me colé en su casa y vi todo lo que tenía, estaba sorprendida, nunca antes alguien había estado tan cerca de pillarme, intenté no cometer los mismos errores que padre. Por lo que decido ir a pedirle consejo, pero tengo la vaga sospecha que me dirá que lo mate, pero no mato a gente inocente. Siempre que tengo un trabajo investigo. Ahora tengo varios problemas:
El primero, alguien se había acercado demasiado a mí.
Segundo si padre me pidiera que le matara no lo haría.
Tercero tenía un trabajo para tres días.

Mi cabeza comienza a doler y me desplomo sobre mi cama, y en ese momento me decido. Haré el trabajo, luego visitaré a padre a la cárcel y luego vería que hacía con ese chico.


Han pasado los tres días y tengo que cumplir mi misión. El testigo protegido se encuentra en una suit de un hotel de lujo, y todo es difícil en un hotel lleno de policías. Miro el horrible uniforme del servicio del hotel que llevo puesto, suspiro y me observo en el reflejo del espejo del ascensor. Pelo negro, lentillas marrones y maquillaje que me hace tan morena de piel como si me hubiera estado horas bajo el sol. Llego a la ultima planta y comienzo a caminar hacía la suit, en la puerta veo a dos gorilas, se que son policías, pero si fuera cualquier otra persona pensaría que son guardaespaldas de alguien importante. Les sonrío amablemente - como sonreiría una empleada- mientras inspeccionan el carro con la comida que habían pedido, y luego me cachean, demorándose en algunas partes mas que en otras. Asqueroso. Poco después abren la puerta y entro. La primera habitación, lo que parece un salón de lujo hay tres personas, aunque son policías, los cuales estoy segura que han escondido sus armas.

Me acerco a la mesa entre los sofás y comienzo a dejar la comida allí, pero no veo al testigo y eso es malo. De repente la puerta se abre y por poco me tropiezo al ver quien sale con el protegido y otro policía. Mierda. No puede haberme descubierto ¿cierto?. Los tres hombres me dirigen la mirada, mirándome fijamente como una intrusa y yo decido seguir como si fuera una mera empleada.

- ¿Cuando pidieron comida?- pregunta el policía que había salido junto al testigo, que se sienta en uno de los sofás
- Hace poco- responde uno de los que estaban antes

El otro no responde, pero siento todas las miradas en mi, como si quisieran que me fuera ya. Acabo de poner todo, alzo la jarra de agua, me giro hacía ellos y todos asienten con la cabeza. Les sirvo los vasos uno a uno, y no puedo demorarme, cuando llego al del testigo con sumo cuidado le hecho el veneno liquido y sin sabor que tenía preparado. Nadie se da cuenta. Suspiro aliviada. Dejo la jarra en la mesa, agarro el carro y me dirijo hacía la salida de la habitación. Ya fuera, antes de girar una esquina, veo como los gorilas entran en la habitación y se que ese es el momento, meto el carro en el ascensor y le doy a cualquier planta, mientras yo corro hacía las escaleras, a toda prisa bajo dos pisos, justo cuando escucho la puerta del ultimo abrirse. Corro por el pasillo y entro a la habitación que había reservado dos días atrás a nombre de  Mia Giobanni, una hija heredera italiana. Me quito la peluca y el uniforme a toda prisa, lo meto en la bañera, lo mojo con alcohol, enciendo una cerilla y lo quemo, pero antes de que se active cualquier alarma de incendios lo apago con el agua y lo que queda de el se va por el desagüe. Me meto en la ducha y me quito con minucia todo el maquillaje que me hacía mas morena. Al salir de la ducha, me seco, me quito las lentillas y me visto como cualquier chica rica lo haría.

Me miro al espejo y sonrío con el resultado, llevo unos pantalones ceñidos blancos, con unos tacones de aguja de trece centímetros - y aunque sea casi imposible correr con ellos, yo si puedo-  azules, una camiseta de tirantes azul con un chaleco de piel blanco, con mi pelo rubio ondulado, unas gafas de D&G y un bolso de la misma marca. Entro de nuevo a la habitación y veo al bonito cachorro cocker esperándome allí. Lo agarro y lo meto en el bolso especial para perros- por suerte en el hotel permitían perros-. Salgo de la habitación, con la espalda recta y la barbilla alta. Me adentro al ascensor donde veo a uno de los policías que había dentro de la habitación. Se me queda mirando, embobado, subiendo la mirada desde mis tacones, por mis piernas embutidas en unos pantalones blancos ceñidos, por mi torso, demorándose en el perro, hasta mi cara, que al ver mi gesto de disgusto - fingido, en realidad me da igual-  se sonroja. Aprieto el botón de la última planta y bajamos, lentamente. No se porque pero tengo la sensación de que aquel chico que me descubrió me reconocerá, pero tengo la esperanza de que sea tarde cuando lo haga. Al llegar a la planta baja veo al resto de policías, alterados, hablando con los de recepción y con algunos huéspedes, yo los ignoro, hasta que escucho la voz de uno de los encargados cuando estoy atravesando la puerta hacía la salida. El encargado se acerca.

- Señorita Giobanni, espero que haya disfrutado de su estancia- me dice, esperanzado de que realmente haya pasado una buena estancia
- Por supuesto- le digo con un impresionante acento italiano del cual ni un propio italiano se daría cuenta de que es falso mientras le doy el ticket del aparcacoches al aparcacoches - La próxima vez que venga, vendré aquí.

Veo que me sonríe encantado. Y veo que me va a decir algo cuando cuando llega mi vehículo, un precioso porsche descapotable azul noche, robado de una pareja rica que actualmente está de viaje. Me subo al coche, dejando el bolso con el perro en el asiento del copiloto, y cuando arranco lo veo, me está buscando, lo se, mira al porsche, se que le gusta el coche y de golpe se fija en mi, acelero y cuando paso por su lado sonrío levemente adentrándome en el trafico y se que e de dejar el coche. A cinco manzanas del hotel, entro en un centro comercial, dejando el coche en un angulo muerto para las cámaras, al lado de un mercedes con matricula falsa negro. Salgo del coche, he de dejar al perro donde tiene que estar, me adentro en el centro comercial y se  que la gente me mira por mi aspecto, pocos minutos después llego a la tienda de adopción de animales, donde no solo se adoptan para siempre, si no también durante días, lo devuelvo y vuelvo hacía el aparcamiento. Se que ese chico habrá avisado a la policía y que localizaran el coche por lo que yo he de irme. Me acerco al mercedes abro el maletero, y después de mirar a mi alrededor, me cambio. Me pongo unos pantalones negros, una camiseta de tirantes blanca, con unas botas marrones y me recojo el pelo, poniéndome encima una peluca pelirroja, y se que es hora de volver a desaparecer. Pero antes camino cerca por la pared, por los ángulos ciegos de las cámaras hasta llegar a la puerta del aparcamiento y camino hacía el coche de nuevo, dejando que las cámaras me graben, pero no la cara, por supuesto. Al llegar al coche arranco, salgo de allí y justo después veo a la policía llegar y lo único que puedo pensar es un Gracias padre.


Elliot

La hemos perdido. Otra vez. Maldigo en voz baja. Mi primo sabe que yo se más de lo que digo, cierto, pero ¿como contarle lo que sé?. Intento recordar los momentos en la habitación con aquel testigo, como aquella empleada entró normal y se marchó tal cual. Segundos después el testigo estaba muerta y aquella mujer desaparecida. No se si a sido coincidencia o casualidad. Francamente no me esperaba que pasara lo que pasó, yo simplemente le hacía un favor a mi primo estando en aquella estancia.

Me apoyo en una de las columnas de la entrada del hotel, mirando a ningún sitio en concreto. Aquella mujer era buena, muy buena. Ni siquiera se parecía a la de las fotos, parece que es experta en camuflaje. Gruño y una mano se posa sobre mi hombro. Me volteo y veo a mi primo, su mirada no dice nada bueno.

- Han encontrado el coche- dice, y sé como continua
- Sin pistas, y sin ella ¿cierto?
- ¿Como lo supiste?- inquiere, y sé que tengo que decirle la verdad
- Intuición- murmuro
- Mientes, nos conocemos Elliot. Dime- su tono es autoritario.
- Ya la había visto antes- murmuro con la esperanza de que lo haya dicho tan bajo que no me haya escuchado y decida pasar
- ¡¿Como?!- Exclama - ¿Cuando?- demanda
- Hace unos días ¿vale?, con las grabaciones del centro comercial, averigüé que era una mujer, solo eso.
- ¿Solo eso? - inquiere porque sabe que le oculto algo
- ¡SI! maldita sea, solo eso- Medio grito y me separo de el

¿Por qué coño estoy mintiendo?. Agh. No sé porque, pero creo que es porque yo quiero dar con ella antes que el resto, ya tengo tres cuentas pendientes con ella. Entro en mi coche y me quedo quieto, no sé como seguir, que hacer con lo qué sé. He de dar con ella, llevarla a la justicia. Frustrado apoyo los brazos en el volante y la cabeza en ellos. Quiero golpear algo, gritar a alguien.

No sé cual es el siguiente paso. Sintiéndome mal a cada segundo que pasa, decido irme a cualquier sitio. Estoy a punto de meter las llaves en el contacto cuando se me caen. Me agacho rápidamente para cogerlas, y un sonido atraviesa el coche. No espera, eso es incorrecto una maldita bala a toda velocidad atraviesa el parabrisas y da contra el respaldo de mi asiento. No muevo un maldito musculo. Y en ese segundo sé que esa bala iba hacía mí, no hacía mi asiento. Y me doy cuenta, acaban de intentar matarme.

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