Be Strong | Capitulo 1 | Parte 1

SAMANTHA "SAM"

Miro la entrada de mi casa y sé que no quiero entrar. Nada a cambiado, los mismos ladrillos, el mismo portal, el mismo numero desgastado... todo sigue igual, todo excepto yo. Ha pasado más de un año, un año en el que por fin pude ser yo misma, sin el san benito de mi hermana: "Qué si no eres tan buena como tu hermana", "deberías ser como tu hermana", "tu hermana saca mejores notas" .... No había tanta diferencia entre nosotras, por el amor de dios eramos... perdón... somos gemelas, pero de alguna forma ella conseguía destacar, me eclipsaba: en casa, en el colegio, con la familia, los amigos y con los chicos. Siempre ella fue la mejor. Pero toda persona tiene un limite, y yo sobrepasé el mio hace poco más de un año, cuando por mi propia cuenta, decidí irme, por lo que después de hablar con mi padre, un padre que no veía desde que tenía siete años porque vivía en la otra punta del mundo, decidí irme a vivir con él una temporada. No voy a mentir, mi madre se puso histérica cuando se enteró, pero tenía ahorros, pasaporte y el permiso de mi padre, por lo que después del último día de clase, en el que todos mis compañeros no paraban de hablar con mi hermana dejando de lado a mi persona, me fui. Dejé una nota y sin más me fui.

Y ahora estoy aquí... Un año y medio después, siendo la misma pero al mismo tiempo una persona diferente. Al principio, tengo que admitir que no quería volver, quería quedarme con mi padre, pero al mismo tiempo deseaba volver, para demostrarle a la gente que no era la misma persona.

Abro el portal, con mis llaves, las cuales me las llevé, sin razón alguna. Una persona se cruza conmigo y la reconozco, es la anciana de sexto piso. Me mira con un desdén que me da a ver que no me reconozce. Sonrió y noto el pircing de mi labio rozar mi diente. Entro al ascensor y pulso el botón de la última planta. Me giro y veo mi reflejo en el gran espejo que hay en el ascensor, inspeccionando mi aspecto. Pelo negro, corto por atrás, y largo hacía delante, con el lado derecho rapado al 4, dejando ver mi oreja con mi pircing industrial y mis dos pendientes de más. Me encantan, Miro mis ojos, azul claro como siempre, es lo único de mí que no pude cambiar. El brillante de mi nariz brilla, sonrío. Mi imagen es diferente y me siento feliz, me siento a gusto, me siento... yo misma por fin. Veo mis pantalones cortos de color negro, algo rasgados, una camiseta de tirantes con el logo de una banda antigua que ni reconozco, una sudadera de cuadros roja y negra atada a mí cintura, y unas super botas estilo militar. Hay que ver como puede cambiar una persona.

El ascensor para y salgo al rellano de la puerta de mi casa. Mi madre ya sabía que venía y me pidió que llamara, no que usara mi llave, por lo que ajustando la correa de mi maleta al hombro, salgo del ascensor y llamo. Espero... cinco segundos... diez.... treinta... vuelvo a llamar, dos veces seguidas está vez. La puerta se abre y veo a mi madre, tan impecable como siempre. Me mira con desaprobación, frunce los labios y murmura un: No compramos nada.

Una carcajada de complejidad surge de lo más hondo de mí y veo como su mirada se vuelve sorprendida ante mi reacción. Me abro paso a través de ella al mismo tiempo que digo:

- Es una pena porque no intentaba venderte nada- la miro fijamente al mismo tiempo que dejo caer mi maleta al suelo - Mama.

Me mira sorprendida, intentando buscar a su hija en mí. A su segunda hija no tan querida como la primera.

- ¿Hija?- pregunta con duda en su voz
- No, soy la encarnación del espíritu santo- digo cruzándome de brazos- no de fastidia, mama.

Al mismo momento en el que digo esas palabras escucho a mi hermana bajar por las escaleras, La miro atentamente durante el proceso de asimilación de mi aspecto cuando se da cuenta de quien soy yo. Su cabello rubio cae en grandes ondas por sus hombros, más brillante de lo que recordaba que era, casi pareciendo oro. Sus ojos iguales que los míos se abren con incredulidad mientras se fija en mi aspecto. Es más morena, probablemente bronceada este verano gracias a sus vacaciones a Italia - y no es que haya cotilleado su facebook ni nada por el estilo-. Comienza a caminar hacía mí y me doy cuenta de que soy ligeramente más alta. Al parecer estar en otro continente con otro horario puede hacerte crecer, o por primera vez hay algo que realmente tengo yo y no ella: altura, aunque sean solo unos pocos centímetros, se siente como una gran victorea.

- ¿Samantha? - me pregunta detenidamente sin apartar la mirada del pircing de mi labio.
- Como ya he dicho soy la encarnación del espíritu santo- digo mientras agarro de nuevo mi maleta- ¿Mi habitación sigue siendo la que era? - ambas asienten y sin decir nada más me alejo de ellas.

Al llegar a mi habitación tengo ganas de vomitar. Es demasiado rosa. Nunca me gustó el rosa.  Solo lo escogí porque Clara había escogido el amarillo, y ese era mi color favorito. La odié por ello mucho tiempo. Salgo de la habitación rosa y me dirijo a la habitación de invitados, la cual, gracias a dios es blanca. Dejo mi maleta sobre la cama y salgo de la habitación para volver al salón a donde había dejado a mi hermana y a mi madre. Cuando llego a ellas las encuentro cuchicheando entre ellas y sé que es sobre mí. Escuchan el sonido de mis botas por lo que se callan y me miran.

- Samantha cariño, no puedes ir con esas pintas cuando comiences las clases, sabes que es un colegio privado y tenemos una reputación.
- Ya... y no quieres que manche esa reputación ¿verdad? - me mira con culpabilidad- No te preocupes por eso, madre- digo bruscamente- durante este año con papa, me cambié los apellidos a los de él, como tu hiciste cuando eramos pequeñas de quitarnos el suyo porque estabas avergonzada de que hubiera dejado, ahora yo no llevo tus apellidos por lo que no me relacionarán contigo.
- ¿Por qué has hecho eso?- Me pregunta Clara con una gran curiosidad
- No tenéis que saber mis razones, pero para el colegio y para todos seré una alumna nueva, ni mi madre me reconoció y solo a pasado un año y medio no creo que los antiguos compañeros me recuerden, por lo que - miro a Clara y sonrío - cuando comiencen las clases, no me conoces.

...


Odio el uniforme. Si dijera que nunca me gustó mentiría, antes me gustaba, me agradaba como me quedaba, me veía más o menos guapa, al menos eso fue hasta que todos los chicos se fijaban en Clara y me ignoraban. En aquel momento no entendía que nos hacía diferentes cuando fuimos como dos gotas de agua.

Pero ahora no me pega, no encajo con está ropa, al menos no ahora. Suspiro y agarro la mochila. Salgo de la habitación y me cruzo con Clara, la cual sigue sorprendiéndose cada vez que me ve. Decido ignorarla y comienzo a bajar las escaleras en dirección a la cocina. Me hago el desayuno mientras escucho como mi madre intenta convencerme de quitarme los pircings, pero francamente no la escucho, agarro los cascos y me pongo a escuchar música. Después de cinco minutos y con una tostada en la boca salgo por la puerta, dirección al infierno.

El colegio tampoco a cambiado nada, sigue horrorosamente igual. Puedo sentir varios ojos posados en mí, curiosos por la "la chica nueva". Pero las ignoro. Entro y voy a dirección donde aviso de mi llegada. La verdad es que nunca me hacía gustado el tema de ser la nueva, en cada colegio lo llevan de una forma diferente. La mujer de secretaria, la que no conozco, por lo que probablemente es nueva, me entrega unos papeles de asignaturas para rellenar mis optativas. Minutos después de una charla sobre el colegio y normas del centro, puedo irme a mi primera clase. Arte. Bueno, historia del Arte. Aun los pasillos están llenos de gente, hablando y hablando como cotorras. Subo las escaleras hasta la tercera planta, la planta de bachillerato. Pero antes de subir el último escalón un gran cuerpo choca contra mí, hacíendo que tire todos mis papeles al suelo, y que por inercia vaya para atrás. por lo que como puedo me agarro de la barandilla para no caer por las escaleras como un saco de tierra. Pero para mi mala suerte no llego y sé que me voy a caer.

Mi último pensamiento en es que la gravedad es una verdadera putada. Pero antes de que la gravedad fuera convertida en mi peor enemiga unas manos me agarran de los codos y me tiran de nuevo hacía arriba. Pero las leyes de newton son también una putada ... No estoy segura de que pasó después de maldecir los antepasados de newton y de la gravedad, pero tenía los ojos cerrados, una mano en la camiseta de alguien y la otra en la barandilla, la cintura contra la escalera y mis piernas, bueno, mis piernas no estoy segura. Cuando siento una respiración ajena agitada sobre mi mejilla, comienzo a abrir los ojos, poco a poco, primero uno y luego otro. Lo primer que vi eran unos ojos grises de lo más familiares. Poco a poco fui consciente de mi postura, y de la de la persona ajena. Estábamos tumbados en las escaleras, medio de costado. Lo cual por cierto dolía. Mi mano derecha aferrada con fuerza sobre su camisa, la cual estaba segura de que la había dado de sí. Mi mano izquierda estaba agarrada de una forma dolorosa a la barandilla. Mi cabeza estaba sobre un brazo ajeno, y mis piernas una sobre el y la otra doblada por culpa de la escalera. Estaba segura de que me saldrían moratones. Y lo más vergonzoso, era mi nuestros cuerpos estaban perfectamente amoldados el uno del otro.


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